REFLEXIONA CONMIGO
¿Es lo mismo crear que manifestar?
¿Es lo mismo manifestar que recolectar?
¿Es lo mismo recolectar que consumir?
Claramente no, la creación es la idea, la inoculación de la chispa de vida en la semilla. El origen diferencial de lo nuevo, de lo que ha de ser alquímicamente manifestado.
Pero esa semilla necesita ser trabajada, hacerla fértil para poder ser manifestada, necesita ser regada y nutrida por la tierra, la luz y el agua, con el fin de que tome la forma para la cual fue creada y pueda dar el fruto que ha de ser recolectado y entregado para su máximo aprovechamiento y nutrición de la existencia.
Podríamos decir entonces, que existen sembradores o creadores, cosechadores o manifestadores, recolectores o distribuidores y beneficiarios o consumidores de la creación.
Todos de alguna u otra forma, ejercemos los diferentes roles a lo largo de nuestra existencia terrenal, siendo todos sin excepción, consumidores últimos de las creaciones, manifestaciones y recolecciones. Pero hay una sola función que es innata en nosotros y para la cual hemos nacido con las herramientas necesarias, con el fin de ejercerla desde la mayor facilidad y productividad
En mi observación del mundo, sigo viendo cómo renegamos de nuestra función una y otra vez, la mayoría de las veces porque no sabemos exactamente cuál es nuestro verdadero don (esa capacitación innata que traemos como impronta), y otras veces, debido a nuestra inseguridad o falta de confianza en nuestras capacidades, porque se envidia o ansía la función del otro, ya que al valorarla y admirarla, creemos que es más importante que la nuestra.
Lo creadores suelen sentirse insatisfechos al no poder manifestar su creación, los manifestadores al no poder crearla, los cosechadores al no poder manifestarla y los recolectores al no poder cosecharla.
Unos y otros jugando a buscar su lugar envueltos en una continua insatisfacción.
¿Pero a que se debe esta confusión?
A nuestra falta de visión de conjunto, a nuestra desunión, a nuestro individualismo.
Si yo regalo mi creación a un manifestador, este la coge, la manifiesta y dice: HE AHÍ MI CREACIÓN, el manifestador dará su producto al recolector y éste dirá HE AQUÍ MI CREACIÓN, y recogerá el fruto y lo ofrecerá al consumidor, que al adquirirlo lo tomará en posesión y dirá HE AQUÍ MI FRUTO.
Y todos tendrán razón, pues el fruto final será la suma del esfuerzo y trabajo de todos.
El problema está en que nadie reconoce el valor y la esencia del otro, porque cree que eso resta valor a su función, porque siente que entonces no es de su total propiedad, o porque considere que tal vez no le reconocerán su esfuerzo.
Porque el manifestador, aquel que ha sido inspirado y cuya esencia de su manifestación a partido del creador, jamás reconocerá públicamente que lo manifestado solo ha sido posible gracias al creador, creyendo erróneamente que esto restará valor a su función y lo mismo ocurre con el resto de los trabajadores de existencia.
Que pocas personas veo que puedan sentirse bien en su papel y hayan conseguido desprogramarse totalmente de su percepción de posesión y de individualismo generada en esta realidad.
Porque lo realmente complicado es aceptar que uno está confundido, que tenía un error de percepción, porque eso le empujaría a tener que soltar aquello que considera suyo, a reconocer a los otros públicamente, a compartir su éxito o su fracaso con otros y ahí entra en juego el miedo, de las cadenas humanas.
Pero hasta que no seamos capaces de romperlas, unificarnos y reconocernos, dejando de querer ser otros para ser quienes somos, no podremos tener la hermosa y sana cosecha que podrá alimentar a la humanidad con los productos sanadores y fértiles que les harán despertar y crecer como la divinidad y totalidad que somos.
Desde esta reflexión, os animo a que nos examinemos y redirijamos nuestro rumbo hacia lo que hemos sido llamados, sin miedo a la perdida de aquello que creemos nuestro y que tal vez, no lo sea tanto, sino que reconozcamos que lo que ofrecemos es gracias a la gran labor que realizamos en equipo.
La unión y el trabajo en equipo no es hablar o ponerlo en palabras bonitas, se requiere de valentía y acción para poder manifestarlo.
Entregando el regalo de nuestro don, desde la consciencia de ser quienes somos, sabiendo que el otro seguirá poniendo en él su labor para mejorarlo y llegar a ser el fruto que alimente nuestro mundo.
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