En el solsticio del invierno, las nubes parecen cernirse sobre vosotros, privando a vuestros ojos emocionales de la luz que un sol aparentemente lejano os regala amoroso.
No es tiempo de separación, sino de unión, no es tiempo de cerrar los corazones sino de abrirlos.
Cuando el dolor acecha, aún es mayor la fuerza con la que debéis unir vuestras manos.
El error siempre persigue las mentes de los que aún no comprendéis que no hay lugar para la equivocación en vuestra eterna existencia.
Confiar, pues un corazón que se aleja por su ceguera, es fuente de aprendizaje y no debería ser razón para el sufrimiento, sino momento de presentar atención y de profunda observación. Momento de preguntarse:
¿Cuanto amor mostré a sus ojos? ¿Cuanto amor sembré en su corazón? ¿Con cuanto amor sostuve sus manos?
Confundís atención, demanda o necesidad con amor.
No midáis lo que disteis, medid lo que amasteis.
Y si el dolor impide que veáis la verdadera esencia de vuestro apego emocional, tan solo sed conscientes de que tal vez tengáis que seguir aprendiendo a amar.
Amar no para que otros no se alejen, no para retener el corazón del que decide marcharse. Sino para sentir la luz que dejan las semillas de amor que plantasteis en vuestros semejantes, pues esa luz calma el vacío de la separación y es una ventana abierta a nuevos comienzos, a nuevos corazones.
Pero hay veces que no es tiempo de separación, sino de seguir compartiendo y vivenciando en unión.
Si en estos momentos de aprendizaje conjunto, de tiempo en unión, alguien precipita su marcha y se aleja... preguntaos si le ofrecisteis vuestro verdadero amor, si sembrasteis la semilla, si no fue vuestro egoísmo, vuestros celos, vuestra culpa, vuestro juicio o vuestra propia falta de amor hacia vosotros mismos el que empujó a esa persona fuera del camino compartido.
Y si podéis ver una verdad tan hermosa, como la de que vuestro amor no fue puro... volved a intentarlo, coged su mano y mostrarle que podéis amar sin ataduras, sin cargar al otro con vuestro daño, sin asfixiar su energía con vuestras carencias y necesidad.... y AMAD, AMAD, AMAD de verdad, para que podáis aprender juntos, lo que separados sería una gran carga.
Y si es el otro el que aún no ha aprendido a amar, enseñadle con vuestro ejemplo lo que es el verdadero amor, ese que no daña, el que nutre, el que no exige, el que no espera, es que solo es y dejad que se aleje si esa es su voluntad. Y que vuestro corazón vibre en amor mientras lo veis partir, pues cuando comprenda, cuando sus ojos puedan liberarse de la ceguera, volverá, pues todos sois un mismo ser, y la separación es tan solo un espejismo temporal.
AMAD, AMAD, AMAD
Conciencia Universal
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